Jorge Drexler se ha consagrado como uno de los músicos latinoamericanos más importantes de los últimos 20 años. Su estilo “des-generado”, a lo Kevin Johansen, mezcla varios estilos que van desde el folclor hasta el pop latino, construyendo ritmos y símbolos propios. En su extensa discografía olemos paisajes y figuras de diversos rincones de América y, en su búsqueda personal de encontrar la paz de nuestros pueblos y la unidad internacional de las culturas en los ritmos, eleva de forma sublime todas estas variables proyectando una identidad propia, que a la vez está en todos y todas nosotras.
Hablar de Drexler es hablar de un hombre letrado, otorrinolaringolo hasta antes de subirse a un escenario, donde destacó en los bares de Montevideo como un excelente intérprete de la obra de Caetano Veloso. Es el mismo bossa nova de donde parece adquirir su capacidad para moverse con fluidez por otros ritmos y cadencias. Luego lanzaría sus primeros discos, pero no es sino hasta la aparición de Joaquín Sabina, quien lo llevó a Madrid en 1995, cuando empezamos a escuchar su obra como la conocemos a día de hoy.
En Joaquín Sabina debemos detenernos un poco. La influencia en la poética de la obra de Drexler es indudable. El músico español usa un estilo muy particular, que contempla la décima como construcción general (además de otras métricas de la poesía tradicional española) y las constantes paradojas para describir los sucesos: “Que el maquillaje no apague tu risa/ que el equipaje no lastre tus alas”, son prueba de esta visión donde las cosas que se suponen sirven para una finalidad específica, terminan por perjudicar o tensionar. El maquillaje ideado para embellecer o decorar los labios, más en el gesto de la risa, en este caso abunda un pesimismo.
Jorge Drexler, termina por acuñar este estilo y se hace notar particularmente en algunas de sus canciones. Así sucede en el disco “Frontera”, donde la canción homónima compuesta en décimas, al puro estilo de Violeta Parra, o en “Guitarra y vos”, donde innova completamente en la expresión artística, construyendo una especie de recitado-rap.
Este aprendizaje impulsó el estallido de la obra de Drexler, que entonces comienza a encontrar algo que involucraría su propia esencia, la aparición de la ciencia. “Todo se transforma” es quizá la canción más icónica. Pero es en el disco “Bailar en la cueva” donde queda revelada toda esta construcción temática.
“Bailar en la cueva” es un disco perfecto. Todas las canciones son baile, ritmos latinoamericanos y ciencia. Todo esto conectado con el amor, los mundos paralelos, la historia y Platón. La primera canción abre la puerta al disco. “Bailar en la cueva” tiene que ver con el mito de la caverna de Platón y en algunos de sus versos se mezcla la epistemología con los motivos festivos del disco. En la frase “no está en, sino ser el movimiento”, presenta el problema del ser, cuya realidad es cuestionada en el mito de la caverna, pero en medio del Topus Uranus nos invita a bailar. Continúa la canción adentrándose en la migración judia durante el holocausto nazi, regalando versos maravillosos como “el árido erial de desvarío ario”, para explicar la ciclicidad de la historia, ampliamente abordada por Marx y otros cuantos autores.
En el disco la sigue “Data Data”, una canción que enlaza con su siguiente trabajo, abordando problemáticas posmodernas relacionadas con las intercomunicaciones y la “data”, una de las mercancías más valiosas de nuestros tiempos. Luego reconecta con el sentir latinoamericano y sus raíces con “Luna de Rasquí”, un ballenato que, pese a esta conexión más orgánica, también se permite microscopios.
En “Universos Paralelos”, en tanto, está sintetizado todo. Sabina y su desconexión entre el anhelo y la persona, la personificación del anhelo… Aquí el universo paralelo es en la mente del hablante, quien se debate entre el amor y la resistencia frente a él. La canción que sigue es “Todo cae”, en clave mexicana nos entrega un corte que, a través de la teoría de la gravedad de Newton, comienza a explicar la emocionalidad del autor, “cuando en un breve lapso de levedad, tu amor vence a la gravedad y a la entropía” y logra el encuentro en el paroxismo de la música y las notas, pero, de todas formas, por leyes de la física, todo vuelve a caer, una canción perfecta en su universo.
La canción “Esfera” pone el romanticismo en las figuras no euclidianas, en las formas tridimensionales y comienza por construir la certeza geométrica de que cada punto de la esfera tiene la misma distancia del centro, y ese centro es el amor. Además, encuentra en esa equidistancia a los electrones, y el ser amado es el núcleo.
Justamente la canción que tiene que ver con una crítica más directa, “Plegaria del paparazzo”, es un canto a dios, en un tono irónico, que pueda cuidar al trabajo corrupto de un paparazzi. Aquí, la melodía nos remite al disco “Amar la trama”, donde hay melodías electrónicas y una guitarra acústica medio española que recorre toda la canción, a esto se suma un solo genial de cajones con un sonido muy afro y un sintetizador que va marcando la nota.
Lo bacán de todo es que él mismo destruye su ideario en “La noche no es una ciencia exacta”, recordando que a las cosas del ser humano, a la emoción, no se le puede pedir ciencia, porque son pura alma. Y ahora que rompió la relación ciencia/emoción humana, nos confunde con psicodelia, cumbia y salsa, en “El triángulo de Las Bermudas”, donde explica lo que conocemos en Chile como una bomba de humo, el momento cuando nos vamos de la fiesta sin avisar, usando la idea del triángulo de las bermudas. Y pasamos a lo paranormal, o al menos así lo señalan los sintetizadores que se encargan de generar esa mística centroamericana y ufo.
Y cierra esta obra, que nos tuvo bailando casi cuarenta minutos, con una canción profundamente cariñosa, con la que nos abrazamos y nos deseamos lo mejor, olemos el perfume del otro y respiramos profundamente para encontrarnos y desearnos la eternidad de la compañía.
Gracias ,Jorge Drexler, por elevarnos en baile y ciencia, en cavernas y cuerpos geométricos, en sentido y sin sentido, en Latinoamérica.
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